"CAPITULO 1"
Unas
pocas millas tierra adentro de la costa oeste de Gales, y a la izquierda de la
isla de Anglesey, había una aldea en medio de un pequeño claro. Sobre una
escarpada colina que dominaba a la aldea se erguía una imponente mansión señorial.
El edificio de piedra gris miraba a la aldea desde arriba, casi como una madre
que vigila a sus hijos con ojos alertas.
La
aldea se calentaba bajo el sol lujurioso del verano. No así la mansión de la
colina, que permanecía fría y altanera pese a que el sol acariciaba sus muros
grises. Los viajeros que cruzaban la campiña tenían a menudo la misma impresión
de frialdad. Hoy no era diferente.
Un
desconocido se encaminaba hacia el centro de la aldea, sin apartar la vista de
la mansión. Pero pronto la actividad alrededor del forastero desvió su atención
de la madre protectora de la colina. Gradualmente, su inquietud desapareció
para ser reemplazada por la sensación de que pronto sería favorecido con algo
que hacia tiempo le faltaba. Más de una vez se volvió en círculo para que sus
ojos endurecidos se regalaran con la pacífica tranquilidad, la docena o más de
cabañas muy cerca unas de otras, los niños que corrían aquí y allá en sus
juegos inocentes, y las mujeres ¡ah, las mujeres!
Enseguida
divisó cinco o seis que eran de su agrado. Ellas ni siquiera lo miraron,
ocupadas en sus tareas cotidianas. El desconocido, con los pantalones ceñidos
por correas, pero en un estado deplorable, con una sucia piel de lobo que le
servía de capa, apenas podía creer lo que veían sus ojos. No había un hombre a
la vista, ni una solo. ¡Y las mujeres tantas, y de todas las edades! ¿Habría
tropezado con una antigua aldea de amazonas? Pero no. Había otros, varones y
mujercitas. Los hombres debían de estar trabajando en los campos, en alguna
parte hacia el este, porque no había visto ninguna en su camino.
—
¿Puedo ayudaros en algo, buen señor?
Sobresaltado,
el desconocido se volvió rápidamente para encontrarse con una sonrisa radiante,
curiosa, de alguien que calculó que no podía tener más de dieciséis inviernos.
La jovencita se adaptaba perfectamente a sus gustos, con su pelo rubio
prolijamente trenzado y grandes ojos verdes en una cara inocente, angelical.
Empezó a examinarla pero sólo por un segundo, a fin de que la muchacha no sospechara
de sus intenciones. Pero en ese instante fugaz, esos pechos maduros que
presionaban debajo de la blusa maltón y esas caderas anchas y macizas, le
causaron un oscuro dolor en la entrepierna.
Como
el forastero no respondió, la niña habló otra vez:
— Hace meses que un viajero no pasa por aquí...
desde que pasaron los últimos que venían de la isla de Anglesey en busca de
nuevos hogares. ¿También vos venís de Anglesey?
— Sí, aquello ya no es lo mismo — replicó por fin el hombre.
Oh,
hubiera podido muy bien contarle sus infortunios si estuviera con ánimo, pero
pronto ella tendría los suyos, si él conseguía lo que anhelaba, y no era un
oído compasivo lo que él necesitaba.
—
¿Dónde están los hombres de tu aldea? No he visto ni siquiera un anciano pasando
el tiempo al sol.
La
jovencita sonrió tristemente.
— Los viejos cogieron la fiebre hace dos
inviernos y ya no quedan más – dijo después de un instante — Muchos viejos y
jóvenes murieran aquel año — enseguida,
su sonrisa se iluminó — . Esta mañana fue avistado un jabalí, y los hombres que
quedan han salido a darle caza. Esta noche habrá un festín y seréis bienvenido
si queréis participar.
La
curiosidad impulso al hombre a preguntar:
—
¿Pero no hay campos que atender? ¿O acaso un jabalí es más importante?.
La
joven rió sin timidez.
—
Seguramente, debéis ser hombre de mar, o sabríais que las cosechas se siembran
en primavera y se recogen en otoño, con poco que hacer en el medio.
Un
profundo surco apareció en el entrecejo del hombre.
—
¿Entonces, esperáis que los hombres regresen enseguida?
— Oh, no. No si pueden evitarlo — río —
Se demorarán todo lo posible con la caza a fin de disfrutarla más. No es
frecuente que un jabalí llegue tan cerca.
Las
facciones del hombre se relajaron un poco y sus labios delgados se curvaron en
una sonrisa.
—
¿Cómo os llaméis, muchacha?
— Enid —
replicó ella prestamente.
—
¿Y tenéis esposo, Enid?
Ella
se ruborizó deliciosamente y bajó la mirada.
— No, señor. Todavía vivo con mi padre.
—
¿Y él está con los demás?
Los
verdes ojos de la muchacha brillaron otra vez, llenos de picardía.
—
¡El no se perdería la caza por nada del mundo!
Mucho
mejor, pensó el hombre antes de hablar.
— He viajado desde muy lejos y el sol de la
mañana calienta mucho, Enid. ¿Podría descansar un rato en vuestra casa?
Por
primera vez ella pareció nerviosa.
— Yo... no sé...
— Sólo unos pocos minutos, Enid — añadió rápidamente él.
Ella
pensó un momento.
— Estoy segura de que mi padre no se enfadará —
— dijo, y se volvió para abrir la marcha.
La
casita donde entró era muy pequeña: una única habitación, con un tabique
improvisado que separaba dos jergones para dormir en un rincón del suelo de
tierra. Un ennegrecido fogón de piedra ocupaba la pared; dos toscas sillas y
una mesa de madera estaban frente al fogón. Sobre la mesa había dos cálices
exquisitamente cincelados e incrustados con piedras semipreciosas, que
atrajeron la mirada del hombre. Fácilmente, valían una pequeña fortuna; no
logró entender como podían haber llegado hasta esta humilde cabaña.
Enid
observó al hombre con curiosidad cuando él miró los presentes que ella había
recibido del señor de la mansión por sus servicios alegremente ofrecidos. El
alto desconocido era apuesto. Y aunque obviamente no era rico, tenía una
espalda fuerte y podría servirle muy bien como marido. Ella tenía pocas
posibilidades de encontrar esposo en su propio pueblo, porque todos los
candidatos ya habían probado sus encantos, y aunque no la encontraban falta de
atractivos, ninguno la habría tomado por esposa sabiendo que sus amigos también
la habían saboreado.
Enid
se sonrió secretamente mientras preparaba el plan. Hablaría con su padre cuando
él regresara, y le expondría. sus proyectos. El sentía pena por la situación de
su hija y ansiaba tener un yerno que le ayudara en el campo.
Juntos
podrían persuadir al desconocido para que se quedara un tiempo. Después, Enid
usaría su astucia para sacarle una propuesta de casamiento. Esta vez, sí, esta
vez tendría primero la boda y después la diversión. No añadiría otro desliz a
su larga lista.
—
¿Deseáis beber un poco de cerveza para calmar vuestra sed, señor? – preguntó
con dulzura, atrayendo una vez más la atención del hombre.
— Sí, os lo agradeceré mucho — dijo él, y aguardó pacientemente que ella le
pusiera la copa en las manos. El hombre dirigió una mirada nerviosa al portal
y, viendo la puerta de paja trenzada sacada de sus goznes y apoyada en la
pared, terminó la cerveza enseguida. Sin decir palabra, fue hasta la puerta y
la puso en su lugar, impidiendo la entrada al sol de la mañana. Se percató de
que la puerta no estaba hecha para brindar protección sino, simplemente, para
detener el frío y el calor y, muy conveniente para las miradas indiscretas.
— La mañana esta calurosa — dijo a manera de
explicación, y la niña lo aceptó, en lo más mínimo asustada.
—
¿Queréis algo de comer, señor? No me llevará mucho tiempo prepararos algo.
— Si sois tan amable— repuso él y sus labios delgados se curvaron
en una sonrisa de agradecimiento. Pero secretamente admitió que la comida podía
esperar: sus riñones, no.
La
niña le volvió la espalda y fue hacia el fogón. En ese momento él sacó un
cuchillo de abajo de su túnica y se puso detrás de ella. El cuerpo más bien
bajo de Enid se puso rígido cuando el cuchillo le tocó el cuello y el pecho del
hombre le apretó la espalda. No temió por su cuerpo, como hubieran temido la
mayoría de las jóvenes de su edad, sino por su vida.
— No grites, Enid, o tendré que haceros daño
— dijo él lentamente, poniendo una mano
debajo de uno de los pechos redondeados — . Y a cualquiera que venga a
ayudaros. Es poseeros lo que deseo, nada mas.
Enid
ahogó un sollozo al ver que sus planes recién formados se disolvían con las
palabras de él. Un sueño de vida tan corta. . tener por fin un marido.
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Un
poco al sur de la aldea, una figura solitaria caminaba cojeando entre los
árboles, murmurando juramentos a cada paso que daba. Al caballo que hacía rato
había derribado a su jinete no se lo veía en ningún sitio, pero el joven lo
mismo giró en redondo levantando un pequeño puño y maldiciendo en alta voz.
—
¡Ya te atraparé, bestia mal enseñada!
Más
herido estaba el orgullo que las posaderas sobre las que había aterrizado el
jinete. Con una mano firmemente apoyada en el área dolorida, el muchacho siguió
caminando hacia la aldea y, viendo un lugar donde podría descansar, irguió
orgullosamente la cabeza y soportó las miradas curiosas de los aldeanos.
Una
mujer se acerco y sin hacer la pregunta obvia —
qué le había pasado al caballo del joven — dijo
—
Tenemos un visitante. _____________(Tiene que ser tu nombre, pero como si fuera de
hombre). Enid le da la bienvenida.
Los
fríos ojos grises fueron hasta la cabaña de Enid y volvieron a la mujer.
—
¿Por qué se encerraría?
La
mujer sonrió con expresión de enterada.
—
Vos conocéis a Enid
—
Sí, pero ella no concede sus favores a extraños.
Sin
otra palabra, el joven, espada en mano, cubrió la corta distancia hasta la
cabaña de Enid e hizo a un lado la puerta cerrada. Pocos momentos le bastaron a
los ojos grises para adaptarse a la oscuridad del interior de la cabaña, pero
enseguida se posaron en la pareja en el rincón, ignorante de la intrusión. El
desconocido estaba montado sobre Enid y agitaba sus muslos flacos como un
jabalí en celo.
Al
principio los ojos grises quedaron fascinados observando el acoplamiento de las
dos criaturas, el frenético pujar del macho entre los muslos abiertas de la
hembra, y escuchando los gemidos y gruñidos que salían del rincón. Pero
entonces un relámpago de plata llegó a los ojos grises, y como nubes anunciadoras
de una tormenta inminente, los ojos del joven se oscurecieron y vieron el
cuchillo en la mano del desconocido.
Sin
pensarlo dos veces, el joven cruzó la habitación con pasos decididos, levantó
la espada y pinchó diestramente el trasero del violador. Un grito resonó en la
cabaña y el hombre saltó dejando libre a la acobardada Enid, dispuesto a
enfrentar a su atacante.
Enid
ahogó una exclamación cuando vio la razón de que el extraño hubiera saltado.
— ______________, ¿qué hacéis aquí?
El
joven, firmemente plantado sobre sus piernas separadas, respondió sin emoción:
— Ha sido afortunado, supongo, que la jaca a la
que llamo Willow me haya derribado, o no habría llegado a tiempo para ver que
se hiciera justicia. El os forzó, ¿verdad?
— Sí —
dijo Enid y no pudo contener los sollozos de alivio que sacudían su
cuerpo.
— ¡ La muchacha no era virgen! — dijo el extraño con furia y con ambas manos
aplicadas a su trasero sangrante.
El
hombre dedujo fácilmente que éste no era el padre de la muchacha sino apenas un
muchacho, un muchacho muy joven por el sonido agudo de su voz. Evidentemente el
muchacho no era de la aldea porque su riqueza se notaba en el manto finamente
bordado que cubría la túnica de plata del mismo color que los ojos airados de
su dueño. La espada que había herido al desconocido era como éste no había
visto nunca: un espadón, seguramente, pero excepcionalmente fina y ligero, con
centelleantes gemas rojas y azules incrustadas en la empuñadura.
—
Que ella no haya sido virgen no os daba derecho a tomarla. Sí, es sabido que
Enid es generosa con sus favores — dijo
el joven, y en voz más baja añadió— pero sólo con quienes ella elige. Ella os
acogió con hospitalidad y vos le pagasteis de la manera más indigna. ¿ Cuál será
el castigo, Enid? ¿Le corto la cabeza, y la pongo a vuestros pies, o quizá ese
órgano encogido que se erguía tan orgulloso hace un momento entre vuestras
piernas?
El
hombre, furioso, estalló:
—
¡Por eso os arrancaré el corazón, muchacho!
Salieron
risitas de un grupo de mujeres que se habían reunido en el vano de la puerta al
oír los gritos. La cara del hombre desnudo se puso lívida de rabia. Para
aumentar su humillación, la risa del joven se unió a las demás.
Entonces,
para sorpresa de todos, Enid habló con indignación.
—
_______________, no debierais reíros de él.
Las
risas cesaron y el joven le dirigió una mirada de desprecio.
—
¿Por qué, Enid? El desconocido obviamente cree que es rival para mí. Yo, que
atravesé con la lanza mi primer jabalí cuando tenía nueve años, y que maté
cinco bandidos con mi padre cuando quisieron robar vuestra aldea Yo, que he
tenido una espada en la mano desde que aprendí a caminar, que he sido
diligentemente entrenado para los rigores de la guardia. Este violador de
mujeres cree que puede arrancarme el corazón con ese juguete que tiene en la
mano. ¡Miradla! Podrá ser alto, sí, pero no es mas que un cobarde llorón.
Este
último insulto arrancó al hombre un rugido de furia y se abalanzó, cuchillo en
mano, el brazo levantado, decidido a cumplir su reciente amenaza. Pero el joven
no se había jactado sin motivo y se hizo a un lado con gracia y agilidad. Un
leve giro de la espada dejó una larga huella sangrienta en el pecho del hombre.
Esto fue seguido por un fuerte puntapié en su trasero ya lastimado.
— Quizá no un cobarde, pero sin duda un patán
chapucero — dijo el joven en tono burlón
cuando el hombre se estrelló contra la pared opuesta — ¿Habéis tenido bastante,
violador?
El
cuchillo cayó de la mano del hombre cuando chocó con la pared, pero él volvió a
tomarlo rápidamente y cargó de nuevo. Esta vez la larga hoja del joven cortó
hábilmente desde la izquierda y el hombre miró furioso la X perfectamente
formada sobre la mitad superior de su pecho. Las heridas no eran profundas pero
bastaban para cubrirle el pecho y el abdomen con su propia sangre pegajosa.
— Sólo hacéis arañazos, muchacho — gruñó el hombre — . ¡Mi acero, aunque pequeño
os hará una herida mortal!
Como
ahora estaban separados nada más que por unos treinta centímetros, el hombre
vio su oportunidad y rápidamente se lanzó sobre el cuello delgado y blanco de
su enemigo. Pero el otro se hizo a un lado con la gracia de un matador que se
aparta del camino de un toro en embestida. El cuchillo del hombre cortó el aire
vacío y un segundo después fue arrancado de la mano con un fuerte golpe y cayó
en el suelo, fuera del alcance de su dueño.
El
desconocido quedó mirando a Enid, quien le devolvió la mirada sin compasión.
—
¡Tonto! ____________ sólo estaba jugando con vos.
El
vio la verdad de esas palabras y se puso visiblemente pálido. Y aunque lo
enfurecía ser tomado a broma por un simple muchacho, ahora temió por su vida.
Se volvió hacía el joven y rogó que el golpe mortal fuera rápido. No había
misericordia en esos fríos ojos grises que lo miraron, y la carcajada que brotó
de esos labios suaves, sensuales, le heló la sangre,
—
¿Como os llamáis?
—
Donal. Donald Gillie — respondió
prestamente.
—
¿Y de dónde venís?
—
Anglesey.
A
la mención del nombre, los ojos grises se entornaron.
—
¿Y estuvisteis allí el año pasado, cuando los malditos vikingos atacaron la
isla de Holyhead?
—
Sí, fue horrible ver tanta carnicería y...
—
¡Callad! No os pedí un relato de lo que hicieron los bastardos. i Sabed esto,
Donald Gillie! Vuestra vida está en las manos de la doncella —el joven se
volvió a Enid — . ¿Qué se hará? ¿Terminaré ahora mismo sus días de violador?
—
¡No! — exclamó Enid.
—
¿Deberé entonces mutilarlo por lo que os ha hecho? ¿ Cortarle un brazo? ¿Una
pierna?
—
¡No! ¡No, _____________!
—
¡Es menester hacer justicia ahora mismo, Enid! — dijo el joven con impaciencia — Mi justicia
es menos severa que la de mi padre. Si hubiera sido lord Angus quien lo
encontró regocijándose entre las piernas, lo habría atravesado con un palo y
dejado para que lo comieran los lobos. Yo he jugado con él, sí, pero con mis propios
ojos he visto su crimen y él tendrá que pagarlo.
Enid
alzó sus ojos grandes y llorosos. Donald Gillie permanecía con los hombros
caídos, aguardando su destino. La lisa frente del joven se arrugó sumida en
reflexiones y entonces los ojos grises se iluminaron con una solución.
— Yo decidiré, entonces. ¿Aceptaríais al hombre
por marido, Enid?
El
susurro, apenas audible, no tardó en venir.
—
Sí.
—
¿Estáis de acuerdo, Donal Gillie?— los
ojos grises lo traspasaron con fiereza.
El
hombre levantó la cabeza de golpe.
—
¡Sí, acepto! — dijo sin vacilar.
— Entonces, así sea. Os casaréis — dijo el joven en tono definitivo— . Habéis
hecho un buen negocio, Donald Gillie. Pero sabed esto, no podéis decir que sí
hoy y negarlo mañana. Si la muchacha sufriera algún daño, o si vos tuvierais la
intención de abandonarla, no habrá un agujero lo bastante profundo para que os
ocultéis porque yo os encontraré y os quitaré la vida.
El
hombre no pudo contener su alegría por haber recibido tan leve castigo.
— No haré daño a la muchacha
— Bien — dijo el joven y fue hasta la puerta —
. Vosotras, mujeres, iros ahora. Y habéis tenido vuestra diversión del día.
Dejad que estos dos se conozcan mejor. —
Se volvió y dijo — Enid, lavadlo
antes que regrese vuestro padre. Tendréis mucho que explicarle a ese buen
hombre.
— Vuestro propio padre realmente ha criado un
hijo misericordioso, mí señor dijo Donald Gillie.
El
joven rió abiertamente.
— Mi padre no tiene ningún hijo.
Donald
Gillie quedóse mirando la grácil figura que se alejaba. Después acudió a Enid
por una explicación.
—
¿Qué quiso decir él?
— No fue él —
Enid rió de su confusión— . Fue lady _____________ (ahora su nombre de
verdad) quien os perdonó la vida.
CHICAS.. aqui les subo el primer capi... les informo que en el primer capi... Todavia no sale Tom.. yo creo que en el capi del miercoles aparecera... por fin Tom..
Y se encontrara con TN.. aunque creo que no le va a gustar mucho su presencia.. pero no sigo xd jajaja asi las dejo con intriga.....
(Acuerdense que TN... hubiese preferido nacer hombre, no mujer, para favorecer a su Padre...)
Espero les guste el capi...
Cuidense
Las Quiero
BYE =D
Tamitha confieso q al principio me henrede un pocooo pero ahora todo esta muy claroo. Hahahaha el pebso q era hombre.. Fue muy gracioso todo esoo. mmm xq no me gustara la presencia de Tom?? Bueno a esperar sube todos los dias asi como la otra fic ya?? Esta buenizima me gusta muchooo..
ResponderEliminarBye cuidate :D
me encanto suena muy interesante cuidate sube pronto.
ResponderEliminarwow!! O_O muy original como dijo jennifer un poco me enrede al principio ahora esta un poco mas claro!! ^^ :D
ResponderEliminarSube PRonto